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Mi Primer Recuerdo

Gracias por todas sus palabras de apoyo sobre mi hit 1,000. Como le dije a los reporteros, esto es algo muy especial para mí. Yo nunca debí de llegar a las Grandes Ligas, mucho menos durar tanto para lograr 1,000 hits.

Al menos eso fue lo que otras personas pensaron de mí.

Pero siempre pienso que el béisbol siempre ha estado en mi sangre.

Cuando regreso al primer recuerdo de mi vida, es en el diamante de un campo de béisbol.

Tenía con cuatro o cinco años de edad. Mi papá, también con el nombre de Benjamín, era un segunda base de un equipo de béisbol amateur en Puerto Rico, en el pueblo de Utuado. Era un hombre pequeño, pero a mí se me hacía un gigante. Fuerte. Poderoso. Nuestra pequeña casa de dos cuartos, de ladrillos y techo oxidado estaba llena de sus trofeos de béisbol.

En este día que me recuerdo, me pasé todo el juego en el dugout. Estoy seguro de que fue la primera vez que mi papá me dejó que me quedara con él y los otros hombres. Me recuerdo que el juego iba lento y estaba en la décima entrada. El dugout estaba callado. Todos se miraban cansados y agotados por el calor y la frustración de no poder terminar el juego.

Mi papá agarró un bate, en preparación para su turno de batear. “Voy a conectar un jonrón al jardín izquierdo,” dijo. “Todos nos iremos a casa, ya estoy cansado de este juego.”

En el parque el jardín izquierdo parecía que estaba a un millón de millas. El jardín derecho estaba más cerca, el cual mi papá quizás podría alcanzar. Además, era bateador zurdo. Su poder era al jardín derecho.

“No, no,” le dijo uno de sus compañeros de equipo. “¡Ve a al jardín derecho! ¡Es mas corto!” “Me esta lanzando afuera,” le dijo mi papá. “Tengo ir al izquierdo.”

Luego camino a la caja de bateo y se preparó para batear. Y como bien dijo mi papá, le tiraron afuera. Y le hizo swing.

La pelota tomó vuelo en dirección del jardín izquierdo. Se fue levantando. El jardinero izquierdo corrió hacia atrás. Luego la pelota empezó a descender. El jardinero corrió más rápido. Apenas fuera del alcance del jardinero, la pelota pego arriba de la cerca y se fue al otro lado.

Jonrón.

Me recuerdo ver a mi papá correr las bases, con la sonrisa más grande en su cara. Salté del dugout gritando y saltando con el resto de sus compañeros.

“¡Deténganlo! ¡Alguien deténganlo!”Gritaba mi mama desde los asientos, segura de que me iban a pisotear.

Mi papá llego al plato y en medio de toda la celebración, me levanto y me sentó en sus hombros.

Esa es la escena de apertura de mi vida. Un parque de pelota. Un dugout. Y el heroísmo de mi papá.

Yo pensé que había algo mágico en ese terreno en forma de diamante, que entre esas líneas blancas cualquier cosa es posible.

Y todavía lo pienso.